viernes, 7 de agosto de 2009

Un hecho policial reciente ha reactualizado un severo problema: la presencia de la droga en las escuelas. En efecto, la comprobación de que se vendían estupefacientes en establecimientos educativos de Llavallol y la ulterior detención de una banda delictiva acusada de vender marihuana y cocaína a estudiantes del nivel medio ha reabierto una cuestión que reclama sinceramiento por parte de todos los sectores para ser encarada con eficacia.
De acuerdo con encuestas elaboradas por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), en seis de cada diez colegios se registran episodios en los cuales la violencia, el alcohol o la droga hacen sentir su influencia. Por otra parte, si se indaga sobre los lugares en los cuales los adolescentes consumen droga, las respuestas obtenidas por el grupo Sophia indican que el 10% lo hace en la escuela, el 32% en la calle y el l9% en discotecas o en casas de amigos. En las cifras consignadas se aprecia que un porcentaje de los alumnos se inicia o cultiva la adicción a las drogas dentro del ámbito escolar.
Entre las preguntas que se formulan ante esta ingrata realidad figura la de por qué cede el adolescente a la tentación de drogarse. Al respecto, es oportuno recordar encuestas realizadas por la Subsecretaría de Asistencia y Prevención de las Adicciones. De esa fuente se desprendía que el 24,6% lo hacía en busca de experiencias nuevas; el 21,6% porque padecían de conflictos familiares que no sabían o no podían resolver; el 9,3% por el deseo de estimularse; el 7,4% por presión de los amigos, y la proporción que resta declaró no saber por qué lo hacía. Puede agregarse en este cuadro que el deslizamiento hacia la drogadicción es facilitado por la ingestión de alcohol y el tabaquismo, antecedentes que no deben ser omitidos.
En esta revisión de algunas claves del problema surge la pregunta acerca del modo como los estudiantes pueden adquirir drogas prohibidas. En este sentido es sabido -aunque parezca sorprendente- que la compra se puede efectuar en lugares accesibles y a menudo bien conocidos, cercanos a las escuelas y, lo que es muy grave, incluso dentro del establecimiento escolar. También, por supuesto, en lugares de esparcimiento frecuentados por los egresados en sus viajes de fin de curso.
Lamentablemente, el consumo de drogas ha pasado a ser, en muchos casos, una especie de rito de iniciación. Todo esto reafirma la necesidad de velar positivamente por la salud moral y física de los estudiantes. En ese aspecto, es menester subrayar el efecto favorable que puede llegar a tener toda propuesta de actividad que movilice las energías de los jóvenes hacia metas nobles y constructivas. Esto se revela en la promoción de proyectos artísticos, técnicos, artesanales o deportivos.
En el mundo de hoy la amenaza de la droga no se disipa y eso torna cada vez más necesario y urgente que se vigorice la buena comunicación de los padres y los docentes con los jóvenes y, del mismo modo, que se desarrollen vínculos de amistad en los grupos de pares dedicados a tareas que dignifiquen y enriquezcan sanamente la vida de los adolescentes.

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